sábado, 23 noviembre, 2024
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La capacidad de transmisión juega un papel importante a la hora de suscitar buenas emociones a través de la música, ya que si no se desarrolla de un modo natural y efectivo puede ocasionar que se pierda todo el poder que tiene el lenguaje corporal, haciendo imposible el poder llegar al público todas las emociones y sentimientos que han sido plasmadas en las canciones. Una conexión emocional y trascendente que muchos músicos no son capaces de desarrollarla con sumo acierto, debido a una carencia de personalidad, madurez o confianza en uno mismo. Los vigueses Aphonnic no incurren en dicha debilidad, saben ejercitar ese poder de la autenticidad, sembrando en vivo todas las emociones que rodean a cada una de sus composiciones, demostrando una amplitud de miras al alcance de muy pocos y siendo expertos en activar fuertes impulsos y sensaciones penetrantes de corta duración.

En su nueva visita por tierras vascas la banda volvió a brillar con toda profundidad, sintiendo cada nota, disfrutando y haciendo disfrutar, sabiendo fusionar muchos matices de estilos distintos bajo un talante honesto, convincente y de corazón puro, expresando sin temor alguno la fragilidad del ser humano e instando a transformar nuestros estados anímicos de apatía en otros más equilibrados, a fin de que podamos encontrar con más agilidad la senda de la vida en esos momentos de decaimiento emocional. Algo parecido a un mar ondulante, aplastante en potencia y sublime en melodías, con un dominio magistral en cada tramo de la misma, ritmos con subidas y bajadas de intensidad y una fogosa interpretación por parte de su vocalista Chechu, quien demostró ser capaz de llevar todo el arsenal al directo con total solvencia.

La descarga comenzó con mucha vitalidad expresiva, manteniendo por delante de todo el sentimiento y provocando una hiriente intensidad proveniente de lograr abarcar todas las sensaciones posibles, desde lo más desgarrador hasta lo más sugestivo en matices, aprovechando los músicos ese fervor que se respiraba previamente a su salida a las tablas, desde los preámbulos iniciales, aportando diferentes sensaciones con temas como «Amarga Despedida», «Osos Color Salmón», «Aquellos Maravillosos» y «Kaleborrock&roll», dedicando el concierto en memoria de Andrés Benzal (Mi Dulce Geisha). Un universo de mucha creatividad, infinidad de contrastes sonoros y una gran cantidad de recursos musicales, entrelazados de una manera magistral, mostrándose muy compenetrados en todo momento, desempeñando un trabajo de ritmos y de voces para enmarcar en base al potenciamiento de desarrollos mucho más diferenciados en una exposición de corpulencia y una riqueza sonora sin igual, donde lucen todos y cada uno de los instrumentos. Destacables también fueron «Dulce de Leche», «En Globo», «Fruta Fresca», «Necios», «Mickey y Minnie» y Ombligos», con un soplo de frescura que siempre se agradece y una calidad musical que va más allá del propio estilo. Unos músicos capaces de darle rienda suelta a sus inquietudes con una producción actual y una brillante originalidad merced a una dosis genuina de pasión, saltándose las barreras musicales con destellos que reclaman toda la atención a nivel instrumental.

Huyendo de lo convencional con giros efectivos que dejaron de manifiesto un alto nivel compositivo y pura emoción, se embarcaron en una carrera sin frenos, dejando unas sensaciones realmente cautivadoras en «Luz Y Fer», «Cunfía», «Jerry» y «Mi Capitán», un halo enriquecedor con múltiples detalles en algunos pasajes, acompañado siempre del torrente de fuerza en manos de Alén, un batería de pegada salvaje y precisa, desmarcándose entre medias Chechu en solitario, con una emocionante interpretación de «Crisantemos», volviendo a recordar la gran perdida que ha tenido la escena local con el fallecimiento de Andrés Benzal. Una evolución musical sorprendente que amplia horizontes sin perder su rasgos característicos en «Zurda Oveja Negra», desenvolviéndose con brillantez absoluta en esa doble vertiente de agresividad y melodía, dejándose notar la experiencia adquirida en lo referente a emotividad y profundidad en un tema imperecedero «Cíclopes», al que se le puede sacar jugo eternamente, dejando clara muestra que siguen manteniendo suficiente frescura, calidad y variedad para que su deslumbrante trayectoria tenga la consideración y el reconocimiento que merece.