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Los suecos Dark Tranquillity han sabido crear con el paso de los años un estilo único a cargo de elementos mucho más modernos y atmósferas versátiles, evitando caer en la linealidad a pesar de conservar esos rasgos puros del estilo, aportando una personalidad y frescura entre tanta saturación de bandas, mediante matices que te obligan a mantener la atención y la alternancia de diferentes intensidades y virajes. En su decimotercer disco de estudio «Endtime Signals», la banda ha vuelto a ofrecer detalles técnicos de nivel tanto vocal como instrumental, con unas atmósferas cautivadoras y unos riffs muy densos y penetrantes, con la única pretensión de emocionar. En su segunda visita a la sala Totem (Villava, Navarra) mostraron una fluida exposición de sensaciones con la proyección de imágenes futuristas junto a atmósferas muy cautivadoras, con la suficiente nitidez para apreciarlo en su totalidad, buscando algo etéreo y fluctuante, con agilidad para salirse de estructuras estándar.

Desde el inicio de la actuación la formación saco jugo a los detalles vocales e instrumentales, marcando esa tendencia creciente hacia nuevos sonidos, envolviéndonos en un ambiente incesante de genialidades musicales, cambios de texturas y pasajes, donde fueron alternado desde lo más introspectivo hasta la pegada más directa en «The Last Imagination», «Nothing To No One», «Wayward Eyes», «Unforgivable» y «Hours Passed in Exile», haciéndonos pasar por muy diversas atmósferas, estirando siempre su dualidad más extrema y melódica. Conjugando la alternancia de registros agresivos y melódicos con un poco más de versatilidad, para demostrar que atesoran grandes recursos en el plano instrumental, en «The Dark Unbroken», «Final Resistance» y «Cathode Ray Sunshine», explayándose con suficientes toques de originalidad para no decepcionar a nadie.

Una vez más el derroche de musicalidad se hizo patente en «Atoma» , con excelentes detalles de modernidad y un magnífico estribillo lleno de pasión y perfección, desatando emociones en forma de guitarrazos geniales y unas atmósferas cautivadoras, abarcando posteriormente un espectro musical impecable e imaginable en «Shivers and Voids», «Not Nothing», «Empty Me» y «Our Disconnect», con todo el derroche técnico y visual que ello implica llevar a cabo. Estábamos llegando a lo que considero más memorable, una recta final donde nos deparaba momentos irrepetibles, como el emotivo momento de “Phantom Days”, sacando los solos de guitarra con más fluidez si cabe o el esperado himno «Therein», que puso a cantar a sus seguidores más acérrimos. El ambiente se caldeó mucho más cuando la banda mostró disposición para dar lo mejor de sí en «The Wonders At Your Feet», «Lost to Apathy» y «Misery’s Crown», con mucho contenido en lo musical y en significado, redondeando una actuación muy solvente, reafirmando su embriagadora personalidad.

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