viernes, 19 abril, 2024
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Aceptar que la vida es cambio evita frustrarse frecuentemente y ayuda a saber encontrar el verdadero camino en aquellas situaciones que aparecen por sorpresa, sin avisar y que acarrean malestar emocional. Los bizkainos Orihen han sabido reponerse a tiempo de la marcha de tres de sus componentes, evitando un desenlace fatídico, fortaleciéndose dentro de unos parámetros que les otorga una mayor personalidad, asentando definitivamente las bases de un rock metal versátil en su reciente tercer disco “Colapso”, subiendo enteros en cuanto a intensidad, contundencia y emoción, con un acabado sonoro excelente y una base rítmica que aviva in crescendo para crear la envoltura necesaria bajo un estilo tan propio como libre, demostrando que cuando hay calidad no hace falta demasiado artificio de estudio.

En el primer concierto de presentación, celebrado el pasado 4 de febrero en el Lobiano Kultur Gunea, Ermua (Bizkaia), con entradas agotadas semanas antes, la nueva formación dejó entrever su capacidad para llevar las composiciones un paso más adelante, con un gran sonido orgánico y rayando la perfección en cuanto a intensidad, tratamiento rítmico y transmisión, metiendo mucha fuerza a los ritmos y a las guitarras en un continuo ir y venir de emociones, jugando con ritmos ágiles y adictivos en “La Ira”, “El Viaje”, “Días de Carnaval” y “El Rompeolas”, vertiente de rabia en una descarga continua de energía, mostrando un estilo propio y una consistencia total como conjunto, ante una concurrencia que le costó bastante entrar en su juego.

Un abanico tan amplio de influencias como capacidades, con momentos absolutamente brillantes tanto a nivel instrumental como vocal, resultando completamente directos y agresivos en composiciones de mucha pegada como “Sotanas de Hierro”, “Colapso 6F” y “Gregor MacGregor”, estas dos últimas reservadas para los bises. Un recorrido por su tres discos (“Incontrolable, “La Última Canción” y “Colapso”, bien equilibrado y que se hace muy ameno, fluyendo con absoluta naturalidad la apertura estilística creada en grandes transiciones con subidas y bajadas de intensidad de una manera nada previsible, destacando la vibrante ejecución y un trabajo de voz muy notable de Aitor Cillo en “El Rompeolas”, “Los Sin Nombre”, “La Última Canción”, con un apabullante pulmón y una enorme versatilidad, sabiendo salirse de un estándar a cargo de matices melódicos mucho más pausados en “Beste Behin” y “Vertigo”, canción que dedicó a los antiguos componentes de la banda, con poco margen ya para el crecimiento y el asentamiento. ¡No dudes en darles una oportunidad!.

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