Siempre he considerado que el talento artístico era algo innato, una destreza que algunas personas nacen con ella, no obstante, todas las habilidades se pueden desarrollar, practicando de manera intensiva, una vez se haya descubierto dicha vocación oculta. Es obvio, la pasión es la clave de la perseverancia y el motor para lograr alcanzar el éxito, pero cuántos buenos músicos de verdad se han quedado en el camino debido a la frustración, estancamiento creativo o incomprensión por parte de sus seguidores a la hora de intentar hacer algo distinto.
Los bilbaínos Cobra han sabido con el tiempo sacar provecho de sus inmejorables cualidades, sin dejarse llevar por formulas sencillas que les garanticen el camino más corto al éxito, solo buscando la satisfacción personal y transformando anhelos en brillantes composiciones. Una actitud natural y buena dosis de valentía que les ha permitido ir perfilando cada vez más su crecimiento, asentamiento y convicción rockera-metalera.
En la sala Niessen (Errenteria), evento organizado por el colectivo Oarsomusika, se entregaron a su música con altas dosis de electricidad y un sonido impecable que puso de relieve todos los matices que esconde su nuevo trabajo «Fyre» en el plano técnico, un encomiable trabajo creativo y hábil, teniendo su marca propia, de las que crean escuela, amalgama musical y perfecta ejecución, con una gran capacidad de transmisión y una intensidad que modulan a su antojo.
Asemejándose a un cordón umbilical, el entendimiento de los músicos fue brutal, una sensacional capacidad de conectar y de brindar, un nuevo ejercicio ante todo de actitud, firmado desde el comienzo con «Firebird», «No Miracles» y «Emerald City», un entramado irresistible que mantiene la implicación del espectador al equilibrar, de manera impecable, fuerza, desarrollo y ocurrentes cambios de tonalidad, con el objetivo de transportarnos a otros lugares, sin dejar nunca de ser conscientes de la realidad; cogiendo soltura a medida que avanzaba la descarga, haciendo de su espectáculo algo tan impactante, un maremágnum de emociones intensas, moviéndose su vocalista Lete por el escenario con mucho nervio y transmitiendo emociones muy profundas en «Parasites», «Ground Zero» y «Letdown», haciendo gala de una magnifica destreza en pasar por diferentes contrastes de intensidades. Una experiencia mucho más amplia para amantes de las sensaciones.
«New Old Days» y «Oroiminduak» sonaron más duros y garajeros, hirientes en su expresión y excelentemente escenificados por unos músicos que sobre el escenario transmite mucho a nivel visual, continuando con un aumento en la intensidad a cargo de «Come On Now» y «Rosebud», energía pura transformada en música, stoner metal grueso y penetrante, sustentado en un fornido sonido de bajo y una pegada contundente, sin perder nunca esa cierta capacidad de sorprendernos a medida que íbamos acercándonos al final, con declaraciones de intenciones en una magnifica destreza a la hora de elaborar armonías y atmosferas con una sostenida densidad como «Legarreko Kanpaiak» y «Miyagi»; sabiendo llevar el timón de las sensaciones de un personal entregado a su propuesta en los bises «Lifes Too Short», «We Are next» y «Rebel Scum», arrastrarnos a un estado de individualismo flotante y placentero, avivando a la enésima potencia nuestros sentidos, huyendo de complejos y convencionalismos. Hoy en día hay pocos grupos en la actividad que mantienen un nivel de intensidad con solvencia y robustez sonora, rindiendo al máximo de sus posibilidades y dinamitando opiniones favorables hacia una unanimidad absoluta en el resultado. Cobra siguen rompiendo esquemas con un estilo propio consolidado con cimientos de hormigón macizo.