La huella de los portugueses Moonspell sigue haciéndose cada vez más grande. No sólo se les sigue considerado como la banda más grande de metal en su país sino una notable influencia para aquellas formaciones que quieran llegar lejos con humildad, constancia y sacrificio. A lo largo de su trayectoria se han caracterizado por la valentía de plasmar sin miedo sus inquietudes artísticas, arriesgado y experimentado dentro del metal extremo con melodías góticas, matices electrónicos y detalles ornamentales muy destacados, buscando su propia formula con un elemento muy importante en su música los teclados.
En la actualidad la banda se encuentra en un momento musicalmente impecable, sin perder esas cualidades técnicas a la hora de crear atmósferas oscuras, mostrando un aura de grandeza a través siempre de una pulcra interpretación, manteniendo a la vez la capacidad de conectar con su público, el cual acaba rendido ante las buenas sensaciones expuestas. El concierto en la sala Totem (Villava) no fue una excepción, dieron el nivel que de ellos se podía esperar, desenvolviéndose en ambientes diversos y fabulosos cambios de tempo y tesitura, agradando con su repertorio a todos los seguidores de diferentes épocas allí congregados.
El arranque fue muy brillante con «Opium», «Awake!» y «Extinct», exhibiendo en conjunto gran capacidad de transmisión y un buen nivel de calidad técnica, creando un aura oscura mediante atmósferas penetrantes y matices de mucha profundidad y decadencia en todos los aspectos, dejando de manifiesto un grado mayor de complejidad en sentimientos atormentados y cadencias más pesadas en «Night Eternal», «Finisterra», «Everything Invaded» y «Nocturna», donde las emociones y los deseos más profundos salieron a la superficie, recreadas con preciosismo y crudeza. Las sublimes interpretaciones vocales por parte de Fernando Ribeiro tanto en «Breathe (Until We Are No More)» como en «Vampiria», quien estuvo muy comunicativo, agradeciendo la hospitalidad y el esfuerzo de haber acudido a verles por ser un día entre semana y lo que ello conlleva, provocaron que cada vez más fueran más sentidas las ovaciones por parte del público, teniendo su punto más álgido en el transcurso de «Alma Mater», una comunión perfecta entre banda y sus seguidores más acérrimos, un excelente trato en todos los aspectos, con unos teclados que fueron creando el decorado preciso.
«Full Moon Madness», supuso el último cartucho, interpretada con matices muy cuidados, todo un derroche de intensidad y solidez, escondiendo diferentes pasajes, donde el propio vocalista volvió a impresionar con su versatilidad vocal, calcando las sensaciones recogidas en estudio, manteniéndose en un terreno penetrante, con múltiples detalles en los que reparar. Una hora de elaborada y fluida actuación que supo a bien poco, tal como quedo evidenciando en el hecho de el público acabo pidiendo a la banda que tocase alguna más.