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Una de las cualidades que sigue definiendo al rock es su atemporalidad, canciones que prevalecen independientemente de cualquier tendencia musical, pasando de generación en generación con una garra plena de autenticidad, creadas siempre desde la mayor humildad y sencillez posible. Una capacidad de sorpresa y de obrar según la agudeza y el sentimiento. Convicción y gran resultado es lo que continúan ofreciendo los bizkainos La Última Bala, escapando del vulgarizado estado actual del rock y recobrando sonidos pasados, la esencia y naturalidad del rock de los años ochenta. Unas innatas y valiosas cualidades que les proporciona una cierta mutabilidad, el poder progresar desde el rock primitivo hacia sonidos que lindan con el blues o el hard rock. Rock and roll adictivo, desenfadado, sincero y personal.

La banda no pierde nada de su esencia sobre un escenario y se muestra igualmente plena de actitud, un torrente de emociones incontrolables y una complicidad enlazante. En la sala Mendigo (Barakaldo) demostraron una mayor versatilidad que sus predecesores a las tablas, abiertos y generosos en compartir sus profundas pasiones, ocupando cada uno una parte vital en el afán de encandilar sin remedio. Una brava actitud en defender con clase, viveza y honestidad sus nuevas creaciones «Los Lobos Aúllan Por Ti», «El Infierno», «Chicos De Barrio» o «A Contracorriente», invitando a mantener un espíritu salvaje y rebelde, una claro manifiesto para volver a tener fe en el verdadero rock. Una formación con una unión con esa época pasada, adscrita al rock de calle, creciendo en muchos aspectos y cogiendo un mayor empaque hacia tesituras más definitorias.

Acertadas inspiraciones de técnica, precisión e improvisación en composiciones de alto poder adictivo como la nicotina, disparando balas certeras para resultar convincentes como «Inadaptados», «Mírame», «Nena» o «La Ley» , un tostado gusto a genuino rock, plasmando una sinceridad que les aleja de ciertas tendencia comerciales buscadas, teniendo siempre muy presentes y activos los portentosos ramalazos guitarreros de Adrián Muñoz, en una descarga sin reproche y que consiguió enganchar al público presente.

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