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La excelencia es una virtud que se adquiere con tenacidad, esmero, disciplina y dedicación. Un compromiso de hacer las cosas lo mejor posible cada vez. La asociación Vértigo Rock trabaja duro cada año para que el Vértigo Rock Festival sea un disfrute total para el público, un distintivo cultural de identidad a la hora de impulsar un acercamiento entre personas al mundo de la música en vivo. Todo un colectivo en régimen de absoluta libertad, igualdad y transparencia en proponer diferentes estilos musicales existentes, debatir y decidir sobre las reglas y el funcionamiento del festival como tal.

Tras las buenas experiencias de ediciones pasadas (previas a la pandemia), y con vistas a un asentamiento duradero en el tiempo, se atrevieron este año a arriesgarse a unos niveles que estaban demasiado altos en exigencia organizativa y elementos técnicos en la decimocuarta edición. Dos jornadas de altísima calidad musical en un recinto mejorado para el disfrute, con una carpa gigantesca por si se daban unas circunstancias climatológicas adversas, precios populares en barra, varios puestos de ropa y food-truck a cargo de la sociedad cooperativa Mañeko. Un éxito en toda regla tanto de asistencia de público como en el modo de hacer bien las cosas, combinando diversos estilos derivados del metal y haciendo frente, todos juntos y con la ayuda de algunos de los asistentes, a un infortunio impredecible, un fuerte viento que estuvo a punto de llevarse por delante parte de las instalaciones al comienzo de las actuaciones del segundo día de festival.

La primera jornada se centró en propuestas destacables en virtuosismo rítmico dentro del metal extremo nacional, Wormed, Cerebral Effusion, Teething y Nakkiga. Por motivos laborales no pude llegar a ver la actuación de los veteranos vascos Nakkiga, pero según me contaron firmaron una actuación muy técnica y contundente en la que hicieron notar la vasta experiencia acumulada a lo largo de dos décadas de directos. Cerebral Effusion dieron una buena lección de metal extremo en estado puro, fieles a sí mismos, con temas veloces y demoledores, bajo las señas de identidad de un death muy técnico y lleno de cambios de ritmo, manejando con mucha entereza y experiencia un estilo tan devastador en lo referente a afinaciones graves, pero que en la actualidad no goza de tanto reconocimiento.

Los madrileños Wormed fueron de los que más engancharon al respetable, unos grandes ejecutores de instinto directo, afines a la cuna más tradicional del death metal a nivel internacional, haciendo disfrutar a la concurrencia con su amplitud y versatilidad en tesituras salvajes, cambios de ritmo vertiginosos y una guturalidad extrema inhumana. Certeros en potencia y nitidez sonora, aprovechando el tiempo al máximo, y atreviéndose a retar los límites máximos en visceralidad y crudeza en guturales en la ejecución de temas como «Multivectorial», Uncoloured», «Bionic», «Tautochrone», «Geodesic» y «Techkinox», con absoluta pesadez y contundencia rítmica. Una compleja estructura con buenos contrastes en la instrumentación.

Cerraron la jornada los madrileños Teething, quienes saltaron a escena como auténticos psicópatas en su forma de expresarse, sin miramientos, a medio camino entre el grindcore clásico y el hardcore más actual, con una creatividad abierta a todos lo extremos y con un sentido directo en el modo de impactar y hacer participe al público en un mayor grado de agitación, dejando noqueados a los que no conocían lo que hacían. Una elevada agilidad y bárbara actitud en el desarrollo de sus canciones, «Take Me to a Doctor», «Striking Fires», «Beth», «Cratediggers» y «Filipino Violence», encarnada en la figura de su vocalista que se desgañito lo que quiso en desatada agresividad a cargo de gruñidos y chillidos agudos.

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