El llegar a materializar unas metas y unos sueños depende en gran parte de un pequeño cambio de actitud, unas altas dosis de sacrificio y motivación, actuar con determinación y un espíritu de crecimiento continuo. Los bizkainos Orihen han sabido reponerse antes las dificultades presentadas, a los continúas marchas y venidas de músicos, estirando siempre sus posibilidades musicales durante los trece años que llevan peleando en un mar agitado de sentimientos, siempre con ganas de seguir intentándolo y no cerrando nunca las puertas a su propia expansión.
Tras una temporada alejados de los escenarios debido a un nuevo cambio en las filas, la entrada de Rafa, ocupando la vacante dejada por Unai en la bateria, la curtida formación ha vuelto a recuperar sensaciones y elevar un poco más el listón de la exigencia un poco más en los directos, tal como se pudo comprobar durante los 45 minutos que estuvieron tocando el pasado 5 de septiembre en la quinta edición del Lokaletik At Fest, Muntsaratz (Abadiño, Bizkaia), dejando traslucir un alto nivel de trasmisión y una inquebrantable credibilidad, bajo sus características señas de identidad, rock metal versatil en base a riffs contundentes, ritmos consistentes y una impecable alternacia de voces rabiosas y melódicas, dependiendo siempre de la intensidad que le quieran imprimir a sus canciones.
Con un sonido y una ejecución de mucha altura, fueron manteniendo la emoción y el nervio en lo más alto, insuflando pasión en cada acorde y cada melodía, con una pegada muy fuerte y una instrumentación impecable a la hora de remarcar muy bien sus bordes en “Gregor Macgregor”, “La Ira” y “Colapso 6F”, alejándose de ciertos convencionalismos mediante una tensión más contenida en “Incontrolable”, “El Viaje” y “Los Sin Nombre”, buscando aunar matices muy dispares y ofreciendo virajes a fin de realzar la estupenda labor vocal de Aitor a través de melodías de guitarras que lograron arroparle constantemente.
Un universo sonoro amplísimo en detalles, con constantes cambios y una extraordinaria solidez en cada uno de los aspectos, poseyendo un sello característico, un equilibrio perfecto de esas dos vertientes que lo conforman. Plasmando verdadera emoción en “La Última Canción” y “Nunca Jamás”, pasando a terrenos más duros en pegada, pero sin esquemas demasiados rígidos, llegando a transmitir bastante frescura, particularmente en unas voces fluidas que fueron desdoblándose en agresividad y melodía en el transcurso “La Verdad Está Ahí Fuera”, “El Rompeolas” y “Sotanas de Hierro”, con la colaboración esporádica de su anterior baterista Unai (miembro de Lionels) en estas dos últimas y de Julen, el cantante de Makis 37 en la última, dejando con ganas de más al nutrido público asistente.