viernes, 26 abril, 2024
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A lo largo de las décadas hemos aprendido que el rock and roll va más allá de un género musical, que es un asunto de actitud y autenticidad, pero en ocasiones somos cegados con tanto deslumbrante producto de marketing, no apreciando como deberíamos a aquellos que destilan con franqueza, irreverencia pura y sabiduría rock por los cuatro costados, unas altas dosis de furor, pasión rockera y emoción desbordante, un sentimiento que traspasa fronteras.

Hay emociones que no se pueden transmitir con palabras o describir con una plena exactitud y es que cuando una formación es capaz de desarrollar en vivo un exquisito y grandioso despliegue sónico, mostrando su autenticidad con un halo de carisma, imaginación y calidad desbordante, resulta imposible de contarlo con todo detalle sobre un papel. Los genuinos rockeros de Porco Bravo gozan de una idiosincrasia que los distinguen de aquellos rockeros mitómanos, de mucha pose y poca espontaneidad. Una formación con chispa y entregada a su música y con esa personalidad tan característica que invita al desfogue y desenfreno. Unas sólidas convicciones que parecen no tener fecha de caducidad y que siguen escapando de la influencia de los estereotipos comerciales, mostrándose los músicos siempre abiertos y generosos en compartir sus profundas pasiones.

La banda volvió a dejar reflejo de su sentimiento y desbordante calidad, no limitándose a presentar exclusivamente su última obra «Somos», sino firmando toda una declaración de principios, sellada con puño y letra, de como deber ser un concierto vibrante, incitando al personal a reaccionar de idéntica manera, y subyaciendo unos talantes perfectamente aplicables hoy en día, por el momento que vivimos, un periodo de confusión y estancamiento, el cual ya está generando desesperanza y frustraciones, momentos de dificultad, no sólo de crisis económica, sino también de valores sociales y cívicos. Todo ello bajo un estilo personal que la banda sigue sabiendo plasmar tanto en estudio como en directo. Un movimiento provocador que representa mucho más que música, equilibrando tradición rockera con alma callejera.

El quinteto se desenvolvió con arrojo ofreciendo destellos novedosos dentro del dinamismo al que ya nos han acostumbrado en sus obras previas, con una vitalidad y salvajismo escénico en la figura de su vocalista Manu que ya desde el comienzo con «Al Despertar», se atrevió a pegarse uno de sus típicos saltos desde la batería, dando paso a su elocuencia gestual y sus movimientos desenfrenados en cortes de claras influencias escandinavas como «Mírame». «Lasciva», «Condenados» y «Nunca Pasa Nada», echando a un lado a quien se atreviese a interponerse en su explosiva intensidad, unas manifiestas intenciones de triunfar cerca de Donosti, equiparando tal hazaña como a la de conquistar el mundo.

Los adictos al rock & roll más genuino se nutrieron de la electricidad guitarrera de Asier Dominguez y Kapi en «Se Quema», «Ultimamente» , «De Cristal», «Mienten» y «Brindaremos Juntos», mostrándose ambos musicalmente muy asentados y consolidados, llevando su sonido muy interiorizado, pudiendo caer hacia terrenos algo distintos en el plano instrumental en algunas de ellas, ganándose más si cabe al público. Tras «Quiero Crecer» llegó otro momento mágico, internada del vocalista entre la concurrencia para desatar el frenetismo colectivo de «Corre», alcanzándose cada vez más cuotas de intensidad, pero sin perder la frescura y espontaneidad en ningún momento, sobre todo en la presentación del algunos temas nuevos como «Morir o Matar» y «No Te Puedes Marchar», exponiendo unas bases con mucho donde indagar, marcando de inmediato un punto de inflexión hacia un segundo tramo con legendarios temas, «Motel», «No Sé» y «El Cazador», sin olvidarse Manu de dar de beber a la parroquia sedienta con su Jack Daniel’s Tennessee whiskey en su particular y emotivo homenaje a Lemmy Kilmister (Motörhead) «Lemmy», y salir más tarde a surfear con la tabla hasta la calle en «Eléctrica Actitud», un tema que sigue la estela de fidelidad a una forma de entender la vida.

Los bises («La Piara» y «Somos») fueron dos muestras más de dejase llevar por las emociones, de vitalidad y aura entrañable, otra demostración que a la actitud hay que sumarle muchos méritos musicales, un chute de autenticidad y una gran carga de sentimiento, acordes que no buscan ningún tipo de virtuosismo, y una idiosincrasia ajena a estándares. Una chispa personal y propia que les hace diferentes. ¡Bravo!

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